sábado, 1 de octubre de 2011

UN VUELO EXTRAÑO (LEYENDA URBANA)


J.J.D.R.
Viaja de paisano en la cabina de un Airbus de la compañía Iberia. El impresionante cacharro alado, rasga las nubes de un cielo oscurecido por la penetrante noche inalterable en su veloz y seguro trayecto a once mil metros de altura.
La conversación en la cabina es amigable y divertida. Las risas y los chistes amenizan el vuelo.
El hombre que viste de paisano se levanta. Tras agradecer la cortesía mostrada por el comandante y el copiloto, se excusa con la intención de ir a descansar un rato. No está de servicio, pero lleva a sus espaldas un buen número de horas de vuelo y desea comenzar sus vacaciones en plena forma, fresco y lozano. 
Tras intercambiar un par de bromas con las azafatas, baja las escaleras que conducen al iglú, dispuesto a dormir un rato en la pequeña habitación acondicionada para tal efecto.


Abre la puerta de la estancia.
Un par de pequeñas lucecitas rojas de emergencia se activan cuando cruza al interior del cuarto. Observa la litera que tiene de frente. Se acerca a la cama sin encender la luz. Cuando está justo delante, se da cuenta de que en la cama superior una forma abultada se oculta bajo las sabanas.
Extrañado, primero hace un amago de activar el interruptor de la luz, pero instintivamente se acerca aún más a la cama con idea de averiguar de quién se trata, pero con la intención de no alterar su sueño.
Con un gesto elocuente de asombro descubre a una pequeña niña que duerme plácidamente.
Será familia de alguien de la tripulación,... piensa, aunque le extraña que no le hayan comentado nada cuándo decidió bajar al iglú.
Está tan cansado que todo le da igual. Con mucho sigilo arropa a la pequeña. Al notar el contacto, la niña abre los ojos y le dedica una amplia sonrisa y, acto seguido, vuelve a quedarse dormida.
El hombre se deja caer en la cama de abajo sin tan siquiera descalzarse.
No ha transcurrido ni una hora cuando, incomodado por una extraña pesadilla, abre los ojos y palpa en la oscuridad el interruptor de la luz.
Sigue cansado. Apenas a dormido nada.
Recuerda a la niña y decide no encender la luz. No quiere despertarla.
Se incorpora. Pequeños reflejos luminosos llegan desde el pasillo. Bajo el claroscuro que hay en la estancia, comprueba que la pequeña ya no está.


Sin darle mayor importancia sale del iglú y sube las escaleras.
¡Pronto vuelves! Exclama una de las azafatas. ¿No te gusta la suite? Bromea.
Una forzada mueca divertida no logra camuflar su desagrado.
No he podido dormir nada. Me sentía incomodo y he tenido un sueño extraño.
Por cierto, ¿La pequeña ya ha subido?, parecía estar agotada.
La cara de asombro de la azafata le hubiera servido como respuesta pero, al notar una mueca de extrañeza en su rostro, volvió a dirigirse a la guapa señorita.
Me refiero a la niña que estaba durmiendo en el iglú ¿Ha subido ya? ¿La has tenido que ver subir?
No sé de qué niña me habla. No recuerdo que tengamos a ningún menor a bordo. ¡Pero déjeme preguntar a mi compañera! Quizás ella sepa algo.
Un gesto de asombro seguido de una creciente inquietud embarga al hombre que cruza los brazos sobre su pecho mientras sigue con la vista los movimientos de la azafata.
En un minuto las dos asistentes seguidas del sobrecargo están junto a él.
¡Cómo que no viaja ninguna niña en el avión! ¡No es posible!, tiene que haber algún error. Yo mismo la he arropado, incluso me ha sonreído...
Hemos comprobado la lista de pasajeros señor. No hay ningún error. No vuela con nosotros ningún menor… se lo garantizo.


Las dos azafatas y el sobrecargo se mantienen firmes y convencidos, pero saben que el hombre no tiene necesidad alguna de inventar tan rocambolesca historia.
Por un instante, muy alterado y nervioso, el señor se queda mirando a las dos azafatas tratando de averiguar si están pensando que está loco de remate.
Está bien. Sé que todo esto suena rarísimo. Pero antes de que me toméis por loco o penséis que mi cansancio ha podido jugarme una mala pasada, quiero que bajéis conmigo al iglú.
Sin más, con un gesto afirmativo, las azafatas y el sobrecargo acompañan al hombre hasta el pequeño cuarto.
Entran.
La cama aparece arreglada cuidadosamente de tal manera que nadie puede imaginar que alguien haya dormido allí recientemente.
El piloto de paisano está paralizado y con la boca abierta a causa de su asombro sin dar crédito a la situación tan incómoda que está atravesando.
Indudablemente en aquella cama nadie había dormido, pero está tan convencido de que su encuentro con la pequeña ha sido real que, ni por un segundo piensa que su cabeza le haya jugado una mala pasada motivado por el cansancio.
Las azafatas y el sobrecargo en un intento de buscar alguna explicación razonable al asunto, y tratando de sosegar la desesperación que tiene el piloto, tratan de poner un poco de lógica.
Bueno... hagamos una cosa, comenta el sobrecargo, discretamente echemos un vistazo por el avión para descartar que se nos haya colado una niña.
Lógicamente, tan sólo trataban con aquel gesto de no dañar la sensibilidad del hombre, al que veían muy alterado y nervioso.
Las dos azafatas salen inmediatamente.


Caminan por el pasillo del avión repartiendo sonrisas y regalando frases amables a los pasajeros. Sin perder detalle, detienen su mirada en los huecos entre las filas de asientos, buscando lo que consideran una quimera, un imposible... una niña pequeña jamás se podía haber colado en el avión.
En mitad del pasaje una joven pareja se abraza.
Se regalaban besos de consuelo mientras sus rostros muestran claros signos de dolor y angustia.
La azafata que va en primer lugar, al llegar a su altura, se para en seco.
Su compañera, movida por un mismo extraño impulso y presentimiento, queda petrificada a su lado. Ambas mujeres miran a la joven pareja y, sin decir ni una sola palabra, dan media vuelta.
Vuelven por el pasillo cogidas de la mano y con el rostro descompuesto por un sentimiento de pánico atroz.
Al traspasar la cortina que divide la zona de tripulación con el pasaje, ante los dos hombres que las han estado observando, a duras penas logran evitar gritar con todas sus fuerzas.
¡Maldita sea! ¿Se puede saber que ocurre? ¿A qué se debe esas caras de terror? 
El sobrecargo, entre molesto y sobrecogido por el temblor que observa en las azafatas, increpa fuertemente a las jóvenes.
Con la voz temblorosa y las lágrimas a punto de brotar de sus ojos, una de las azafatas dirigiéndose al piloto le dice:
Ahora apartaré un poco las cortinas. Fíjese bien en la joven pareja que se encuentran en mitad del avión, asientos 67 y 69.


Sin saber a que se debe tanto misterio, el hombre retira las cortinas haciendo caso a la azafata.
¿Y bien? ¿Qué ocurre con ellos? Parece que no estén pasando un vuelo agradable.
¡No entiendo nada! ¿Qué hay en ellos que les ha podido causar tanto terror?, ¿Me lo pueden explicar? estoy comenzando a perder la paciencia, además ¿Qué tiene que ver todo esto con la niña desaparecida?
Lentamente, como si las palabras no quisieran salir de su boca, la azafata mira al hombre y le contesta; esa pareja está pasando el peor momento de sus vidas.
Esa pareja llora la peor desgracia que pueda ocurrirle a unos padres.
Se dirigen al entierro de su propia hija.
Cuando les hemos visto hemos recordado que, realmente, si hay una niña en el avión.

La niña está en la bodega de carga y viaja en su pequeño ataúd de madera.





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7 comentarios:

--- dijo...

Uyyy, qué retorcido...

MA dijo...

Una leyenda urbana muy interesante el texto magnifico.
Una historia más de las muchas que se escriben y que cuentan con apariciones y desapariciones de personas fallecidas en vuelo de avión o en coches o otros medios.

Un abrazo fraterna de MA,para ti. mil gracias por tu huella bloguera.

Jorge Donato dijo...

Gracias MA por tus palabras.
Siempre bienvenida a éste sendero de historias.
Saludos.

María dijo...

Un vuelo extraño en esta interesante leyenda.

Saludos.

Jorge Donato dijo...

Gracias María por tus palabras hacia ésta leyenda urbana.
Saludos.

Estampida Animal dijo...

Hola Jorge! Hacia mucho que aunque me pasaba por tu blog no tenia tiempo de poner nada, asi que hoy me pongo al dia!
Cuando leí la leyenda la primera vez, acabe con todos los vellos de punta!!! Madre mia.. No se si seria verdad.. pero a mi se me corto to el cuerpo! Un saludo :)

Jorge Donato dijo...

Me alegra saludarte amiga Estampida,
El relato es la adaptación de una leyenda urbana que está muy en boca de azafatas y tripulación de iberia.
Como una leyenda urbana que es, no sé si será verdad, pero según dicen ocurrió en un vuelo transatlántico a un piloto que viajaba de paisano en un avión de iberia.
Gracias amiga por tu visita.
Saludos.